Ese es
quizá el film de ficción que todos tenemos en común en el cine de nuestras
mentes, cada quien tiene su repertorio. Una privacidad de espectros que se
desvanecen, un sin fin de historias, de recuerdos, de esbozos. Puros esqueletos que se mueven tambaleantes en la estructura de nuestros cerebros, de
nuestro pasado. Poco a poco, con el tiempo, esa memoria se va desvaneciendo,
después de haberse llenado desmesuradamente, vamos nosotros también
desapareciendo, con la vejez perdiendo la frontera entre un mundo y el otro,
haciendo parte de un ciclo que acumula y acumula muertos en sus memorias.
Porque
siempre hay una distancia que nos obliga a no preguntar por el muerto, ¿Cómo
murió? No importa realmente, lo que pasa es que ya no está, y que todo su ser
esta vivo en la mente de las personas que lo conocieron, y que su esencia queda
invisible en nuestros corazones.
La muerte
es el tema recurrente en la historia de nuestras obras, del arte, de la música,
del cine y la literatura. Es el tema de la vida y de nuestro país, del
noticiario, de la esquina y de la mayoría de medios. Pero la vida siempre
desbroza, porque es muy bella, siempre va
hacia adelante, sigue cada día entregando oportunidades a pesar de la
noche o de las tormentas. Tal como esa película de Roberto benigni, la vida es
bella, donde en medio de tanta muerte, los campos de concentración, este padre
y este hijo ven la belleza de la vida, una enseñanza hermosa que me lleva a
pensar que: a pesar de tanta mierda,
estar vivo es una chimba.
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