jueves, 6 de junio de 2013

La Memoria de Nuestros Muertos.

Ese es quizá el film de ficción que todos tenemos en común en el cine de nuestras mentes, cada quien tiene su repertorio. Una privacidad de espectros que se desvanecen, un sin fin de historias, de recuerdos, de esbozos.  Puros esqueletos que se mueven tambaleantes  en la estructura de nuestros cerebros, de nuestro pasado. Poco a poco, con el tiempo, esa memoria se va desvaneciendo, después de haberse llenado desmesuradamente, vamos nosotros también desapareciendo, con la vejez perdiendo la frontera entre un mundo y el otro, haciendo parte de un ciclo que acumula y acumula muertos en sus memorias.



Porque siempre hay una distancia que nos obliga a no preguntar por el muerto, ¿Cómo murió? No importa realmente, lo que pasa es que ya no está, y que todo su ser esta vivo en la mente de las personas que lo conocieron, y que su esencia queda invisible en nuestros corazones.


La muerte es el tema recurrente en la historia de nuestras obras, del arte, de la música, del cine y la literatura. Es el tema de la vida y de nuestro país, del noticiario, de la esquina y de la mayoría de medios. Pero la vida siempre desbroza, porque es muy bella, siempre va  hacia adelante, sigue cada día entregando oportunidades a pesar de la noche o de las tormentas. Tal como esa película de Roberto benigni, la vida es bella, donde en medio de tanta muerte, los campos de concentración, este padre y este hijo ven la belleza de la vida, una enseñanza hermosa que me lleva a pensar que:  a pesar de tanta mierda, estar vivo es una chimba.

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