Ante todo
este panorama, el arte es nuestra salida, es nuestro soporte de existencia para
una cotidianidad deforme. El hip hop, el cine, el deporte, la ciencia, la
creencia en un mejor día constituido por la cultura es nuestro sentir.
La
realidad, lo directo, lo grotesco y la mentira porno miseria de las rutinas de
los trabajadores de la imagen, a esos no los queremos. Queremos la mentita del
arte, la seducción de la palabra y de la música, el color de la pintura y la
luz de la fotografía, y el movimiento del cine. Queremos la literatura, el
teatro y la danza.
Pero
entonces siempre llegamos al hastió, del que nos hablaba Baudelaire, ese estado
que no escapa a ningún juliano, ese estado de cansancio que nos sucede con el
mejor libro. Para después volver a la
realidad, pero eso no importa, porque el arte y la fantasía siempre van a estar
ahí para evadir y vivir otras vidas no
tan ordinarias como las de la realidad.
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