

La
realidad, lo directo, lo grotesco y la mentira porno miseria de las rutinas de
los trabajadores de la imagen, a esos no los queremos. Queremos la mentita del
arte, la seducción de la palabra y de la música, el color de la pintura y la
luz de la fotografía, y el movimiento del cine. Queremos la literatura, el
teatro y la danza.
Pero
entonces siempre llegamos al hastió, del que nos hablaba Baudelaire, ese estado
que no escapa a ningún juliano, ese estado de cansancio que nos sucede con el
mejor libro. Para después volver a la
realidad, pero eso no importa, porque el arte y la fantasía siempre van a estar
ahí para evadir y vivir otras vidas no
tan ordinarias como las de la realidad.
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