Es
posible que no encontremos el meollo del asunto, las cortinas de humo se pueden
posar en nuestros ojos con la muerte de cualquier estrella. No falta si no
que se muera Michael Jackson para
olvidar que la gente en nuestros barrios se está matando. Mientras esto sucede,
yo no sé si es mi impresión, pero la gente habla y habla, como si el silencio
les perturbara. El silencio les pesa
como un costal de hierro, ni pueden concebirlo, porque incomoda como la muerte
cuando no se la quiere invitar.
Ese
silencio que pesa y que es molesto, y que obtiene luego de una espera exhausta
que destruye la más mínima esperanza. Ese silencio que se cierne cuando has
intentado machas veces con la misma chica pero ya ella no te para bolas, el
silencio incomodo, el silencio del olvido, el silencio revelador, el silencio
del fracaso, el silencio de la muerte. ¿Cuántos tipos de silencios hay, en un
país que le gusta tanto olvidar?
Giles
deleuze decía que un debate es siempre una coquetería, una disputa de
pretendientes, un flirteo de presumidos, para ver quien tenía la razón. Esa debate, es esa cortina de humo, el debate
bueno y la supuesta crítica que
contribuye a las mejoras ha caído en desuso. El silencio nos predomina, el
silencio es el paradigma, el silencio de las clases a las que asisto, el miedo
a participar, ya nadie quiere expresar o decir que realmente piensa. Es quizá
lo que necesitemos.
Pero no
ese debate pobre, y estúpido que se ufana de dar un discurso demagógico y fanático,
no esa clase de crítica que es más bien politiquera e ineficiente. Que busca
conseguir no más que adeptos a una ideología en busca de poder.
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