Hay un
conflicto armado que se cierne en cada barrio, se establece como una tensión
tacita que se manifiesta a lo lejos. Escribo esto mientras escucho una canción
de los “Rolling stones”, gimme a shelter, que traduce dame un refugio. En este
tema se dice que la guerra es un disparo a lo lejos, es un beso a lo lejos. Tal como sucede en mi barrio, los
fines de semana, se escuchan balaceras en las comunas aledañas, cosa tan irreal
para mí, porque yo sigo en facebook, u ocupándome de cosas muy distintas, mientras
afuera la gente se mata. Afuera de mi casa.
Así siempre ha ocurrido en mi vida, diría que desde que nací, no importa donde suceda el conflicto, desde que no nos toque. La indiferencia consentida en su máxima expresión, como una decisión que no nos incumbe, algo totalmente interesado. Basta salir para verse de pronto en medio del fuego cruzado, una cuestión pura del azar, pero, a veces pienso que es la naturaleza de vivir en esta ciudad, en este país. En el cual suceden cosas horripilantes ante el velo de nuestros límites.
Podríamos posicionar a escala esta misma problemática, y decir que de la misma forma, en Colombia y en el mundo, si pasan guerras y conflictos, desde que no nos toque, está bien. Porque así somos. Acaso podamos hacer algo contra las imágenes de asesinados en siria, o contra los desplazados que parecen estatuas en medio de tres colores y polución. La guerra pasa, los disparos pasan, la violencia, toda la mierda que pasa ha de pasar pero a lo lejos, que no me toque, que no me importa. Indiferencia a la máxima expresión.
No dejemos que la expresión desbordada de imágenes violentas y la violencia constante en la que vivimos, embote nuestros sentidos. Gillez lipovetzky habla de la era del vacío, una postmodernidad sin valores, sin dios, sin ética, sin política. Caracterizada por la insensibilidad y la indiferencia debido a la exageración masiva de mensajes y comunicaciones.
Así siempre ha ocurrido en mi vida, diría que desde que nací, no importa donde suceda el conflicto, desde que no nos toque. La indiferencia consentida en su máxima expresión, como una decisión que no nos incumbe, algo totalmente interesado. Basta salir para verse de pronto en medio del fuego cruzado, una cuestión pura del azar, pero, a veces pienso que es la naturaleza de vivir en esta ciudad, en este país. En el cual suceden cosas horripilantes ante el velo de nuestros límites.
Podríamos posicionar a escala esta misma problemática, y decir que de la misma forma, en Colombia y en el mundo, si pasan guerras y conflictos, desde que no nos toque, está bien. Porque así somos. Acaso podamos hacer algo contra las imágenes de asesinados en siria, o contra los desplazados que parecen estatuas en medio de tres colores y polución. La guerra pasa, los disparos pasan, la violencia, toda la mierda que pasa ha de pasar pero a lo lejos, que no me toque, que no me importa. Indiferencia a la máxima expresión.
No dejemos que la expresión desbordada de imágenes violentas y la violencia constante en la que vivimos, embote nuestros sentidos. Gillez lipovetzky habla de la era del vacío, una postmodernidad sin valores, sin dios, sin ética, sin política. Caracterizada por la insensibilidad y la indiferencia debido a la exageración masiva de mensajes y comunicaciones.
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