Es
increíble que este sea el motivo recurrente de nuestros contenidos
audiovisuales, cuando lo que deberíamos mostrar es un país que se muere por
ganas de ser contado, sobre todo cuando existen nichos en la realidad, con
personajes infinitos, con paisajes no mostrados, con regiones, culturas y
rostros hermosos y exóticos que se salen del paradigma. Parece que estamos anquilosados en la manía
de retratar nuestros problemas de la
manera más superficial.
Sobre
todo, porque no creo que la temática sea el problema, por lo menos, no tanto
como se debe tratar, porque aquí es más importante el como que el que, en
nuestra cinematografía y nuestra
televisión. Cada vez repetimos mas esos mafiosos clichés y las prepagos
y las grandes mansiones, entre más pasa
el tiempo en este país, mas nos miramos y nos reconocemos en eso. No se ahonda
ni se investiga, tal vez, para enseñarnos algo de esto tan nefasto, que es la
realidad del narcotráfico en Colombia.
Esta
problemática es más que evidente, no hace falta prender la tele o ir al cine,
basta asomarnos a nuestro barrio, para que veamos como hablan los niños, con
las mismas muletillas y entonaciones del capo y pablo escobar. Juegan simulando
las mismas acciones, con pistolas en sus dedos y matando, mientras un niño
agoniza en la acera de mi casa porque lo ha visto en el cine o en la tele.
Estos
contenidos por lo general van acompañados del anuncio precedente de que debe
ser visto compañía de un adulto responsable, pero la mayoría de estos niños
están es acompañados de una familia ausente, que no les presta atención, y
donde la tele es su único acompañante, su único guía.
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