viernes, 31 de mayo de 2013

La Bandeja Paisa y la Sangre Televisada.

Las noticias del medio día se revuelcan en los restaurantes, todos levantan un poco la cabeza para atender al llamado de lo que está pasando, mientras se mastica y se convierte poco a poco esa bandeja en un plato de sobras, tal como quedan las noticias al otro día. Crímenes, robos, atracos, corruptelas, esperanzas y angustias. La certidumbre que brinda la televisión es paradójica, de franja a franja hay contenidos abismales y peligrosos. Por un lado la fashion y por otro lado lo sórdido y aberrante.



 No entiendo cómo se puede comer en medio de tanta sangre,  agarrar el periódico me deja los dedos rojos, la cabeza me tambalea mientras el almuerzo continua en medio de charlas banales  y un murmullo que me atisba por debajo. Ese calor ardiente de mediodía con esa polución afuera en la acera que transcurre en la monotonía de los recesos de los horarios, es la sangre del mecánico, del estudiante, del ejecutivo, del mismo que se asombra ante su propia muerte. Ahora, vamos a comerciales, y continuamos devorando los platos en medio  de las propagandas rosa, de marcas y asuntos candentes. Pasamos a la caja y observamos la ansiedad del hambre por la expectativa de su plato. Observan pero no observan la mesera que se acerca y atiende las soledades compartidas. Agendas de medio, música timbrante para enganchar al consumidor, sexo, pierna y maquillaje fucsia en primer plano. Para que de repente surja el chisme, la farándula, y se acaba, se viene, se destila el tiempo; después, como pasando de un sueño a otro,  todos retornamos otra vez de vuelta a nuestros estudios y trabajos.




Un periódico de ayer, una rume de palabras dobladas y dormidas en una silla, una noticia de momento ¿Qué es lo que deambula en este contenido del mundo? ¿Qué cambia tan rápido? ¿Qué permanece en esa estructura de los medios masivos? ¿Podría dejar de leer noticas un año y volver y encontrar lo mismo? Es como el menú que no cambia de la Colombia estática. Están los mismos en sus sillas pensando confortablemente que todos están en el mejor asiento, y las cadenas de lo social podridas y sectorizadas anquilosándose en su materia putrefacta, robando y atacando el mismo nicho de excusa para robar al pueblo, con guerra, con violencia. Ataquemos, dicen; invirtamos en armas, como si las cosas no estuvieran conectadas, como si la salud no fuera importante o la educación. Pensar que la carencia de esto es lo que más produce inseguridad, pero bueno, así estamos. Con este panorama, es mejor irnos a educar a otra parte, esperemos que cuando volvamos no nos encontremos con el mismo menú.

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