Las
noticias del medio día se revuelcan en los restaurantes, todos levantan un poco
la cabeza para atender al llamado de lo que está pasando, mientras se mastica y
se convierte poco a poco esa bandeja en un plato de sobras, tal como quedan las
noticias al otro día. Crímenes, robos, atracos, corruptelas, esperanzas y
angustias. La certidumbre que brinda la televisión es paradójica, de franja a
franja hay contenidos abismales y peligrosos. Por un lado la fashion y por otro
lado lo sórdido y aberrante.
Un
periódico de ayer, una rume de palabras dobladas y dormidas en una silla, una
noticia de momento ¿Qué es lo que deambula en este contenido del mundo? ¿Qué
cambia tan rápido? ¿Qué permanece en esa estructura de los medios masivos?
¿Podría dejar de leer noticas un año y volver y encontrar lo mismo? Es como el
menú que no cambia de la Colombia estática. Están los mismos en sus sillas
pensando confortablemente que todos están en el mejor asiento, y las cadenas de
lo social podridas y sectorizadas anquilosándose en su materia putrefacta,
robando y atacando el mismo nicho de excusa para robar al pueblo, con guerra,
con violencia. Ataquemos, dicen; invirtamos en armas, como si las cosas no
estuvieran conectadas, como si la salud no fuera importante o la educación.
Pensar que la carencia de esto es lo que más produce inseguridad, pero bueno,
así estamos. Con este panorama, es mejor irnos a educar a otra parte, esperemos
que cuando volvamos no nos encontremos con el mismo menú.
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