Acaso
haya algo en mi nombre que me relacioné con regiones de Colombia y personas del
pasado, con aquello que pudo inspirar a mis padres para que me llamara Nicolás.
Se basaron en un joven que en los ochenta tenía como 19 años y que era amigo de
mi padre, y vivía en Corinto, al norte del cauca, en Colombia. Nicolás fue
asesinado por el ejército acusándolo de ser guerrillero, un falso positivo de
cuando aun no teníamos el término. Ese nombre en mi, guarda el honor, el
recuerdo del olvido.
Recuerdo
entre lo que fue y lo que es, el presente y el pasado, que se mueve entre un
pensamiento y otro, que puede causar un ruido tremendo del que todos hablan de
momento, y que olvidan al instante. Cuantos crímenes impunes desgastados por el
polvo, ya los fantasmas no tienen
esperanza. El todo es que, así seguimos, permanecen los mismos en sus bandas a
la espera de la próxima batalla, una batalla que siempre esta, entre políticos,
indígenas, soldados, guerrilleros; todos colombianos al fin, son los actores de
este conflicto, en el cual algunos son víctimas y alegan por la tensión que
produce la angustia de estar donde no se quiere. También están los que luchan
por el estado, y se jactan de luchar en nombre de la patria y se indignan y no
comprenden a los que no los comprenden.
Mientras
el estado se debate, porque la propaganda del estado también está en juego,
cada paso en esta en lucha, es una jugada que pone en peligro imágenes de
políticas de turno, mas allá del interés humano, o la solución a un problema de
raíz para esto que viene pasando hace tanto tiempo, y que se convierte en una
llaga que respeta los derechos humanos.
Pienso en
mi nombre, y entonces en lo que fue antes de mi y ya me estaba influyendo, y me
iba a influir por el resto de mi vida. Antes de nacer había nada y todo y se
hablaba de lo mismo. Como que todo sigue igual, podríamos filmar la misma
película en la misma parte con los mismos actores, en el pasado o en el futuro
y seguirá igual, aunque no pase nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario